lunes, 27 de mayo de 2019

La promesa de los 3

Me había hecho una promesa, sin embargo, la había olvidado, y qué bueno fue olvidarla pues la sorpresa fue en verdad una sorpresa. Cuando lo menciono solo sonreí, ya que me sonó a esas frases estereotipadas del amante fogoso y complaciente, pero, en ese caso la verdad solo me he fijado en su físico, M.. puedo decir con seguridad que pasa muchas horas en la semana en el Gym, es calvo por elección, tiene dorso y unos brazos fuertes, firmes, marcados. 

No estoy segura si me agrada o no, y aveces quiero hablar con él, pero la mayor parte del tiempo no quiero ni escucharlo; anoche follamos, fue un muy buen encuentro, nos entendemos de maravilla en la cama y me recordó lo que me prometió apenas nos conocimos: me follaría tres veces en la mañana para que me fuera relajada al trabajo, ya que me ha notado un poco estresada al parecer.

Esta mañana desperté al sentir que chupaba mis senos y, al percatarse que abrí los ojos se aseguro de mi humedad y me penetro, me aferre a él con la poca energía matutina que suelo tener, solamente me deje llevar, lo hizo suave, despacio, pero con firmeza, acompañado de un movimiento regular, me beso, me hizo venir, él se vino también y me dijo al oído que apenas era el numero uno. Se levanto, tomo agua, estiro sus piernas, regreso a la cama, dijo que ya estaba listo para el dos; inicio metiendo sus dedos en mi vagina, luego metió su pene que ya estaba duro (¿siempre lo estuvo?), me beso, no paramos de besarnos, estaba vez lo hizo muy suave al comienzo, luego con fuerza, nos vinimos casi al tiempo, primero él, pero a los pocos segundos me estremecí, hundí mis uñas en su espalda. 

Entramos a la ducha, me alzo, me penetro de nuevo, me dijo que necesitaría todo el día para recuperarse, me reí de lo que dijo, pero sobre todo de cómo lo dijo; al venirnos nuevamente menciono su deseo de convivir conmigo, lo mire a los ojos, toque la punta de su nariz con mi dedo indice y le dije NO. 

lunes, 6 de mayo de 2019

El maletín de R

Hay hombres que aparecen en mi vida, y así como aparecen luego se hacen parte del paisaje, luego, con el tiempo no me percato que ya no están, y sin embargo, puede suceder que vuelven a aparecer; regresan como si el tiempo se detuviera y continuara de repente. R me dijo una noche que estaba en la ciudad, menciono que quería verme.

R es un hombre bien particular, recordé que tenia un especial encanto por un conjunto de lencería rosa que me regalo hace aproximadamente tres años a razón de un capricho suyo; creo que es una especie de cromofetiche que tiene un efecto sorprendente en su fisonomía y en sus erecciones. Siempre usa una gabardina negra, pesada, gruesa. Viaja con una maleta y un maletín de cuero, este segundo es el que es un poco extraño, es su caja de herramientas, si la abres esperas encontrar documentos, carpetas, no obstante, lo que se encuentra es una colección generosa de juguetes sexuales: tres consoladores, uno negro sencillo, uno rosa de dos puntas la segunda es para el ano, uno de vidrio azulado; dos vibradores, uno de forma cónica y otro con la forma fálica tradicional; dos pares de esposas, un lazo negro, unas bolitas anales moradas, aceites de diversos aromas.

Tiene un ritual que creo debe seguir con cada mujer, le gusta abrir el maletín, mostrar cada uno de los juguetes, explicar cómo funcionan, luego una copa de vino, música suave. Luego de regreso a la cama dice algo como "me gustaría empezar por este, ¿te acuerdas cómo funciona?"

Le digo que más o menos, pero no porque no lo recuerde sino debido a que sé que disfruta explicando; esta vez me pide que me quite la ropa, toma uno de los vibradores y pone la punta en mi clítoris, lo enciende, me mira a los ojos, me pregunta qué siento, pero no me deja responder, o más bien pone palabras en mis labios "debes sentir cómo pequeños temblores recorren tus piernas, una sensación que no puedes controlar, como un reflejo que..."

Busca un nuevo juguete, esta vez quiere estimular mi coñito y mi culito, hace la misma pregunta, pero el es que nuevamente responde. Me ata, deja mis piernas abiertas, para su diversión, para jugar con paciencia, es desesperantemente placentero, me retuerzo, quiero terminar pero no me lo permite. Luego deja a un lado su maletín, se desnuda, toma un pequeño dildo, me penetra, lame mi clítoris, no lo soporto y el orgasmo es inevitable. 

Su juego apenas inicia...