jueves, 25 de febrero de 2016

Noche de Barra Libre II

Estoy de nuevo aqui, solo viviendo, solo dejando que la vida pase. Una cerveza helada en mi mano, el aire huele a cigarrillo; mis ojos están fijos en un concierto de los Guns ´n Roses, la música esta a todo volumen.

Veo rostros conocidos, veo sonrisas que interpreto como irónicas; he estado viviendo al mismo bar por un par de semanas, llego sola y siempre me voy acompañada. Espero que hoy sea una de esas noches.

Aprendí a facilitar las cosas, es mejor ir en minifalda y sin ropa interior, ya que se la suelen "robar", para tener una especie de "recuerdo". Esta noche llevo solo una corta minifalda que me queda ajustada y una chaqueta negra, pequeña, abriga muy bien, y debajo de la chaqueta absolutamente nada; apenas entro bajo la cremallera para dejar un profundo escote.

Se sientan en mi mesa dos hombres que ya he visto un par de veces acá; no sé si están ebrios o están drogados, de sus labios solo salen frases incoherentes acompañados de gestos de una ansiedad casi incontrolable.

Se muestran sin embargo muy seguros, el primero de cabello largo, rizado y negro se hace a mi derecha, el otro de cabello corto a mi izquierda; no son tímidos en mirar mi escote a pesar de cruzarse con mi mirada ocasionalmente. Estoy segura que me han observado... y que me han estado esperando.

El de cabello largo baja por completo la cremallera de mi chaqueta, ambos se ríen nerviosamente mientras ven y tocan mis pezones. Inmediatamente me pongo húmeda, sus manos tocan mis piernas, mis muslos, mi vagina. Les digo que nos vayamos, e imagino una noche larga en un cuarto, una noche de placer.

Estoy más ebria que las otras noches, puedo caminar sin problemas, pero en ocasiones es como sin levitara en lugar de dar pasos, es una sensación extraña. Ellos me acompañan a mis lados, de vez en cuando me manosean, voy caminando con la chaqueta abierta y no me importa, me siento juguetona.

Llegamos a un callejón más oscuro que los demás, veo que el de cabello corto saca una caja de aguardiente de su maleta, se lo pasa a su compañero; enseguida el de cabello corto me toma del brazo arrimándome contra una pared llena de grafitis descoloridos, aprieta con fuerza mis pezones, el otro pone la caja de aguardiente en mi boca y me hace beber 1/4 de la caja, al final no puedo más y un poco se riega por mi cuello y mis senos. El de cabello corto lame y chupa mis senos que están empapados de aguardiente.

-Abra las piernas putica- me dice el de cabello corto, y mis piernas se abren para él.

De un solo empujón su verga entra hasta el fondo de mi vagina, sale un pequeño grito, más de sorpresa que de dolor o placer; lo saca de nuevo suavemente, y de nuevo con fuerza me penetra, esta vez su compañero tapa mi boca para apagar mis gritos. Me dejo llevar, cualquier otra viviría esto como una violación, yo en cambio lo vivo como un placer pervertido, sin embargo no dejo de sentir cierto abuso... y me encanta.

-Le voy a llenar esa cuca- me dice, lo que me hace mojar más y me lleva a una cadena de sensaciones y emociones, entre miedo, placer, tristeza y más placer... y un fuerte orgasmo, seguido por una sensación húmeda y caliente que empieza a salir de mi vagina cuando él se detiene.

-Deme culo- dice el de cabello largo, lo cual no me sorpende, me sorpende más mi respuesta.

-Rompeme el culo- respondí, mientras me daba vuelta, apoyaba mis manos en la pared y sacaba cola. Frunci el ceño extrañada por mis palabras.

Primero metió su verga en mi vagina, lo hizo con delicadeza, entraba y salia con paciencia... como si tuviera toda la noche para hacerlo, un dedo entro en mi ano, luego dos y tres, que movía con cierta intensidad. A continuación los saco, y saco su pene, percibí la punta de su verga en mi ano.

-Relájese- susurro en mi oído, y luego me penetro con fuerza.

No fue delicado en ningún momento, su ritmo es frenético desde el inicio, como si estuviera esperando esto por demasiado tiempo; su mano en mi boca es la que evita que llene de gritos la noche, y de repente recuerdo esa primera vez cuando mi profesor del colegio me introdujo en el sexo anal.

Mis piernas desfallecen, no me puedo mantener en pie, pero él con sus envestidas me sostiene, los mete y lo saca rápidamente, con intensidad, como con la intensión firme de lastimarme... hasta que el dolor placentero es seguido por un pseudo-alivio provocado por su semen que llena mi culo.

Se aleja, y mis piernas se doblan, mi respiración es muy agitada, estoy sudando, el suelo esta frío, no puedo moverme; intento ponerme de pie y fracaso, busco que me ayuden a ponerme de pie, me doy cuenta que estoy sola.