
No podría ir cada semana, seria aburrido, perdería encanto, desgastaría su gracia; los masajes me es indiferente si los hace un hombre o una mujer, o una mujer con más fuerza que un hombre, o un hombre más delicado que una mujer. Solo cierro los ojos y me mantengo en la frontera entre lo onírico y la vigilia, sin llegar a entregarme por completo a alguna... creo que ese es el secreto de que pueda ser una excelente experiencia. Pero ayer fue diferente, fue un hombre joven, con lo que llamaría un tacto libidinoso, que por alguna energía extraña me impidió relajarme del todo, creo que sus dedos transgredían algunos limites del masaje, como si sus dedos avanzaran unos milímetros más de lo usual o de lo permitido.
No miento, en algún momento espere que esos dedos fueran más allá, pero no sucedió, sin embargo, la incertidumbre, la espera, la imaginación me llevaron a mojarme significativamente; me pregunto ¿lo habrá notado?
Llegue a casa a tocarme, y no me basto con mis dedos, no quede satisfecha.
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