Tengo marcas en los brazos y en la espalda, la cara no me la tocó, ni las piernas. Francis está detrás de mí, mirándome por el espejo y mencionando varias veces que lo siente. Le digo que es mejor que recoja sus cosas.
Salgo a comer sola, me arde la piel, pero mi espíritu está
tranquilo, no siento rabia o deseos de venganza, no tengo la intención de
lastimar a nadie, no obstante, reconozco que, si permito que Francis siga
viviendo conmigo, el desenlace podría ser peor.
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