domingo, 6 de septiembre de 2015

Pensamientos Libidinosos II

Iba el muchacho tatuado y de elevada cresta subiendo las escaleras, se dirigía a trabajar con un animo pesimista, pues en su trabajo como tatuador no estaba en una buena época, llego hasta la puerta de su establecimiento y la vio cerrada, lo que le pareció extraño, entonces tomo la decisión de salir al balcón del centro comercial, saco de una chaqueta un cajetilla de Mustang azul, tenia un ultimo cigarrillo, lo prendió y lo empezó a fumar mientras observaba a la calle.

Recordó que había hecho solo un par de tatuajes la semana pasada, un tribal a un adolescente problemático y una lagartija a una muchacha que le había parecido encantadora en personalidad y físico. Tenia deudas, dejo que la desesperación lo invadiera, lo que trajo otros pensamientos tristes: hace dos años no tenia una novia, sus padres se mostraban decepcionados, no había terminado sus estudios...

Termino el cigarrillo y volvió al local, esperando que su socio y estuviera ahí con buenas noticias, o por lo menos algún cliente que hiciera desaparecer su mala fortuna. Desde lejos observo que la puerta estaba aun cerrada, pero el letrero fluorescente estaba encendido lo que indicaba que su compañero estaba adentro.

Se acerco percatándose que la puerta estaba entreabierta, dudo un par de segundos y entro, el establecimiento estaba a oscuras a excepción pro el aviso de la ventana, pero rápidamente le llamo la atención que la luz del pequeño cuarto del fondo estaba encendida, la puerta estaba cerrada y sin pronunciar palabra se acerco.

Escucho un ruido que no pudo distinguir de inmediato, percibió que el ruido estaba acompañado por movimientos que seguían un ritmo raro. Enseguida escucho voces, reconoció a su socio, pero no podía hacer la distinción de la voz femenina que hablaba entre gemidos.

Noto que su compañero se estaba desahogando seguramente con alguna amiga o alguna cliente, pues era habitual que su socio hiciera transacciones del tipo "tattoo por coñito". Pensó que él debería hacer lo mismo en algún momento, pero con su cresta roja y su nariz perforada era aun menos exitoso con las mujeres. Los gemidos que salían del pequeño cuarto daban cuenta del placer y pronto pensó en masturbarse, pero no lo hizo.

La puerta se abrió, primero salio su amigo que estaba subiéndose el jean, y apenas si puso atención a su presencia.

-¿todo bien?- dijo saliendo del cuarto con una agitación que lo relajaba.

-estaba esperándolo- respondió con un toque de envidia y desconcierto.

A continuación salio la dueña de los gemidos, andando completamente desnuda buscando su ropa. En ese momento pudo reconocerla, era Pilar, la que la semana pasaba le había hecho un pequeño tatuaje en el pie.

-hágale usted también hermanito- dijo su socio señalandole la habitación.

-dale rápido- Pilar se acerco agarro su mano llevándolo al pequeño cuarto.

Ella había sacado de su maleta un condón, se lo dio sonriendo, dándose vuelta y apoyándose en el espaldar de una silla.

-quiero otros tatuajes, me gustaron- se puso en cuatro esperando a que él se pusiera el condón.

Bajo sus pantalones con algo de dificultad, pues ya tenia una erección plena, desempaco el condón  y mientras se lo ponía evidencio que Pilar tenia dos nuevos tatuajes: un tribal en la espalda baja que acentuaba su cola y su figura; y una pequeña mariposa de varios colores en su nalga izquierda.

-le voy a cobrar caro- dijo con una risita de maldad.

Cerro la puerta, pensó que ahora era su turno de desahogarse, y que no tendría piedad con Pilar. Sonrió y cerro la puerta.